lunes, 8 de octubre de 2007

Muere un niño desnutrido.

Miro la huerta de una anciana y los cereales crecen sin disputa con las hortalizas. Sus manos, instrumentos de labranza, labran la fortaleza de un niño. Esta tierra condensa los olores como una red envuelve el aire que la llena y deja que suceda todo lo que debe: crecen las fibras y nuevas semillas se disponen. Hay un hilo de río que entreteje la totalidad de la trama. Esta tierra es una y su mapa el engaño concebido hasta la perfección y todos quienes la habitan la merecen. Ciento ochenta mil niños morirán de hambre desde hoy al próximo domingo del Señor. El Papa critica el egoísmo y la indiferencia de los ricos. No entrará un rico al reino de Dios. En esta tierra hay ochocientos cincuenta millones de personas hambrientas y desnutridas; en veinte años serán tres mil millones de personas hambrientas y desnutridas. Los números matan la poesía pero no muere la poesía siniestra en la mirada de un niño que muere. El esqueleto del niño parece un río seco que se ha quebrado y sus ojos fijos con la exactitud de una brújula señalan hacia donde estamos yendo. Y la anciana siembra.

1 comentario:

  1. y dos ríos cruzan las mejillas
    regando el esqueleto del niño
    y de la anciana
    mientras muere
    mientras lee

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