martes, 21 de agosto de 2007
La captura del instante XX
La niña entra corriendo y casi sin detenerse le dice al padre
que su memoria se enojó toda. El padre complacido por lo
que imagina una frase graciosa, pero sin poder evitar ese tipo
de sonrisa que delata en todo adulto cierta condescendencia
hacia los niños, le pregunta por qué. No sé, solamente se enojó
y se fue, contesta la niña. El padre vuelve a sonreír y sigue
trabajando. La niña se acerca aún más, lo toma del brazo y
haciéndolo girar para que la mire, le dice que cuando no se
acuerda de algo es porque su memoria está enojada, y que
siempre se enoja con cosas sin mucha importancia, por ejemplo
ayer su memoria se olvidó en dónde puso los patines, le cuenta
que sufrió un rato, pero después se acordó que cuando se olvida
que se olvidó de algo en seguida lo vuelve a recordar, y al rato
encontró los patines, y que en cambio hoy su memoria se enojó
toda, repite. No te entiendo, hija, le dice el padre. ¿Por qué me
decís hija?; ¿yo soy tu hija?, le contesta la niña, preguntando.
Entonces al hombre se le borra la sonrisa y se queda sin saber
qué decir mientras mira a esa niña que no conoce.
Poema
Cuando aquella mañana la pura niebla anduvo
entrecejos de sol aparecieron tiesos,
promiscuos caracoles babearon por tu espalda
y no dejó de amarte la florecida muerte.
La nube, cripta más baja que las otras
dejó una caravana de olvidos que no cesan
de envanecerse, y siguen viniendo todavía
sin amenazas rotas a proteger tu miedo.
Pródigo el día, cierto, de todo te hizo libre
y de ser otra vez los recuerdos de ahora,
susurros que se fueron, anhelos míos tuyos,
para dejarte a salvo, indiferente y nueva.
La captura del instante XIX
Se despierta y él no está. Es su hija la que duerme a su lado, la
que se quedó cuidándola. Aun no amaneció, pero no le importa.
Antes no le gustaba despertarse en medio de la noche, tener que
esperar que se haga el día. Ahora sabe que ya no importan los
minutos, las horas, todas las horas, quizá los años que pasará
esperando. Sabe también que desde aquí en más no espera nada.
Será apenas un transcurrir de sí misma hacia sí misma, un andar
por ella, el mentiroso movimiento donde sólo habrá quietud. En
otros, no en ella, sucederán las cosas. Será para otros la ilusión de
un encuentro, la expectativa de visitar lugares o conocer sabores
nuevos, la inminencia de lo que sea. Su vida seguirá aparente.
Abrazará a sus nietas, sonreirá, hablará con amigas, dejará que sus
hijos la protejan, tal vez cambie de casa y almacén, despertará de
día como siempre, leerá, verá películas, irá a su médico, hará regalos
en los cumpleaños. Todo lo que haga será la simulación de un seguir
haciendo. Sin él, lo que le quede por vivir ya lo habrá vivido.
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