miércoles, 26 de septiembre de 2007

Lourdes

Yo vivo acá en el colegio, es inmenso. Es un seminario y cuando seamos grandes vamos a salir sacerdotes. Alguna vez voy a ir a Roma, al Vaticano, y lo voy a conocer al Santo Padre. Tengo que ser bueno y ser obediente. Yo sé que por más que me esmere igual peco porque el santo más santo peca siete veces por día. Hoy me levanté muy resfriado pero no me importó porque desde ayer estaba contento por la tarea que nos toca hacer. Acá en el colegio hay huertas, y canchas de fútbol y patios, y una gruta a la que es muy difícil llegar porque hay un único camino que para colmo en los días de lluvia se embarra y se hace intransitable. Ayer el hermano Nicasio, que es muy gordo y siempre anda con una campana de metal entre las manos, nos dijo que tenemos que abrir otro camino hacia la gruta. El hermano Nicasio me asusta un poco, sobre todo de noche cuando escucho el crujido de sus pasos por los corredores. Siempre, en invierno o en verano, usa sandalias franciscanas que se llaman así porque las usaba San Francisco de Asís. El hermano Nicasio dice que está mal que haya un solo camino, que como bordea el montecito y tiene suelo de roca no absorbe el agua, entonces cuando llueve un poco más de la cuenta se inunda y no se puede pasar hasta por lo menos tres días después, cuando el sol seca todo, y como acá en invierno llueve mucho, es necesario hacer otro camino hacia la gruta, sino no se la puede visitar la mayor parte del tiempo y eso no es bueno para la fe, que en gran medida, dice, se nutre de las oraciones a la Virgen y a Santa Bernardita. Siempre pienso que el día en que a Santa Bernardita se le apareció la Virgen en la gruta de Lourdes debíó ser un día hermoso. El Hermano Nicasio dice que la gruta de Lourdes, la original, la de Francia, es igual a la de nuestro colegio pero un poco más grande. No sé cómo es Lourdes. Yo le voy a pedir al hermano Luis, que es más dulce que el hermano Nicasio y no pega con la campana en nuestras cabezas, que me enseñe un libro de la biblioteca donde haya fotos. El hermano Luis, que estuvo, cuenta que Lourdes es un lugar con mucho campo partido por montes de piedra, con árboles que se desparraman como pájaros sueltos hasta agruparse en bandadas, o sea bosques cada tanto, donde la sombra es tanta que siendo de día parece de noche. La gruta de Lourdes debe estar como la nuestra, metida en medio de un ramillete de árboles al que es difícil entrar, me imagino. El Hermano Luis dijo que no hay que talar más árboles que los necesarios para hacer el camino nuevo pero el Hermano Nicasio le contestó que aunque a él también le diera pena es inevitable, es preferible sacrificar algunos árboles que no poder acceder a la gruta y tener que sacrificar la fe. Forte, un compañero que quiero mucho y no sé por qué no nos dejan dormir en la misma pieza, dijo que hay sierras eléctricas, pero el Hermano Nicasio le contestó que no, que tenemos que hachar nosotros los árboles, que es un buen ejercicio que nos va a hacer valorar más a la Virgen cada vez que recorramos ese camino para llegar a ella, porque habrá sido el fruto de nuestro esfuerzo. A mi me encantó la idea de tener un hacha en la mano y hachar como si fuéramos don Julio, el señor que hacha la leña para combatir el frío, que no sé por qué no le decimos leñador. El Hermano Nicasio dice que no tenemos que tomarnos como un juego el hecho de hacer un nuevo camino hacia la gruta, que al contrario, tenemos que hacer el camino nuevo hacia la gruta con sentido de sacrificio porque de esa manera Dios lo va a apreciar. Empezamos a trabajar y después de no parar en todo el día, cuando terminamos al anochecer, el camino nuevo está hecho. Es ancho y no se va a inundar más y estamos todos felices porque el acceso a la Virgen está garantizado. Yo, hachando, transpiré mucho aunque hacía mucho frío, y soporté sin quejarme el dolor en los brazos y las llagas en las manos que me salieron. Estoy orgulloso, pero no mucho porque no quiero caer en el pecado de vanidad. El Hermano Nicasio, tenía razón cuando dijo que hachar lastima y que hay que aprovechar para ofrecerle nuestras lastimaduras al Señor y a la Virgen, su madre.

martes, 25 de septiembre de 2007

Carta de un muerto inminente

Querida: Voy a contarle. Conocí antes la duda que la certeza. No tuve siquiera el beneficio de la ceguera inicial. Apenas pude ver, ví, con la mirada girando hacia cada nuevo hallazgo, opuesto al anterior. Así ando, entre la calma de los inocentes y la inmutabilidad de los que no tienen fe. En cada despertar sé que moriré ese día, y esa certeza me distingue y me libera de todo compromiso: no soy el responsable de mi muerte. Entonces el afán desaparece y el ansia de absoluto se vuelve fútil. No hay misterio que pueda invocar porque ya no hay misterio, y la duda ignoro para afirmar la sentencia que no apelo: todo es duda. A veces me hago mi única pregunta: ¿Y si de pronto todo fuera cierto y los indicios llevaran al conocimiento, y lo que pasa significara algo más que la copia de lo que sucede, y sucediesen los atisbos que la fe intuye, y la evocación del origen y el ansia del arribo fuesen memoria viva y certeza futura? "Yo vivo en la barrio de las mentiras donde hay un gato que no tiene cola un mate sin bombilla y un pájaro sin pico que canta igual". Ojalá, palabra que viene del árabe y significa "quiera Dios", yo pueda escribir alguna vez un poema como el que escribió mi hija cuando tenía seis años. Mi hija es una joven que lee y que escribe poemas sin otro motivo que el puro acto de jugar con el lenguaje. Es una tarea a la que se aplica con una soltura que la hace feliz. En cambio yo, que fui educado con Las Sagradas Escrituras, escribo con el peso de una orden; pero más desdichado andaría si no escribiera: me es inevitable. De todos modos sé muy bien, aunque lo olvide constantemente, que no hay escritura sagrada; hay solamente escritura. Mi hija y yo somos distintos y, claro, nuestros poemas también, porque la poesía es antes que nada una experiencia personal, tan íntima y delicada como para entender que hoy en día sean muy pocos los interesados en compartirla. Mientras todos necesitamos salud, trabajo, educación o lujos, los poetas y los lectores además necesitamos de la poesía, porque hay allí un acto de fe que no podemos perdernos, aunque ese acto, a veces, sea negarla. Le sigo contando. Una niña de tres años me dijo un día: "Dios es nadie". Tal vez es cierto y Dios sea nada más que un tema para creer, para hablar o para escribir, con la ilusión de estar un poco más cerca de lo esencial, que por otra parte, tal vez tampoco exista. Tal vez Dios sea sólo un tema necesario, que como la poesía para mí, desde siempre se hizo inevitable. Un amigo poeta, que creía en la poesía pero no en Dios, me dijo un día: “O soy eterno o ya estoy muerto. Y eterno no debo ser, a menos que yo sea una especie de Jesús que no lo sabe y que se va a enterar en la otra vida. Resucitaré? ¿Vos vendrías a ser Juan o Judas? Elegí el personaje que más te guste en la única versión de la vida de Cristo donde el protagonista no sería él”. Yo nunca sabré si fui Juan o Judas, pero estoy seguro de que mi amigo se alivió de su sarcasmo y su desesperanza cuando poco antes de morir escribió un elogio a la duda. Un cura al que no le gustaba debatir me dijo un día: “La fe es un don natural, nunca una alteración psicológica. Hoy en día a los hombres de fe se los juzga como próximos a la psicosis o como a cobardes ante el terror que produce la evidencia de una eternidad que la razón jamás va a poder explicar. No hay nadie más valiente que un hombre de fe porque acepta y sostiene la herencia Divina sin pervertirla.” Un tiempo después el cura se cansó de debatir defendiendo la fe y se enamoró de una psicóloga con la que ahora tienen tres hijos a los cuales les enseñan que las religiones son mecanismos del poder. Una mujer me dijo: “Serán las cosas de Dios o del azar, pero es mía tu perfección.” Y yo, claro, no le creí, y no me enamoré. Leí que O'Neil dijo: “Todo arte dramático carece de interés si no se trata de las relaciones del hombre con Dios”. Yo no creo que sea verdad. Creo sí, que las relaciones del hombre con Dios, sean las que fuesen y aunque lo nieguen, son siempre y para todos una experiencia personal, como la poesía o el amor.

jueves, 20 de septiembre de 2007

No te duermas

¿Por qué rezás antes dormirte? En treinta años de matrimonio nunca te lo pregunté. Quiero decir, ¿cada noche rezás con fe, o es una costumbre? ¿Es una especie de cábala? ¿Es miedo? ¿De verdad creés que Dios escucha tu rezo? Yo creí con una seguridad absoluta sobre lo que creía. Creía en Dios con una certeza totalmente despojada de angustia. No era el miedo, ni la obligación, ni la costumbre. Eso vino después... De chica todavía podía ser pura. Era un instante original. Era el origen de mi vida que se me presentaba diáfano, sin otro condicionamiento que mi propio deseo de creer. ¿Te acordás de los vitreaux que había en la iglesia grande? Yo asistía cotidianamente al milagro. Cuando todos volvían de comulgar, yo, con mis propios ojos, era testigo del milagro. Los veía iluminarse suavemente de un color rosado, y veía cómo los rostros de los que recién habían sido congraciados con el cuerpo de Cristo se tornaban plácidos, iluminados por la bendición Divina. Era la prueba más rigurosa de que Dios se instalaba en nosotros después del acto supremo de la comunión. Era la maravillosa reiteración de su sacrificio. Un sacrificio que también yo compartiría cuando fuera monja. Y yo me sentía poderosa por poseer el don de asistir y ser parte del milagro. Hasta tal punto estaba segura de lo que veía que no tuve necesidad de compartirlo con nadie porque era casi una blasfemia comentarle a alguien una evidencia que seguramente todos sentirían, y que como yo, con serenidad, callaban. Los seres humanos éramos luminados por una luz sagrada, como si Dios durante un instante nos acariciase, para dejarnos luego, otra vez, solos en la tierra, pero ahora, más fuertes y seguros. Tenía quince años cuando me di cuenta de que no había milagro alguno y que la luz que yo veía era simplemente el sol que entraba por los vitreaux y que caía sobre el pasillo central, donde pasábamos después de comulgar. No era una fantasía de niña. Era mi voluntad por confirmar lo mejor que nos podía pasar. Ser protegidos e iluminados por Dios. ¿O puede imaginarse otro destino más extraordinario para los seres humanos? ¿Se te ocurre otra forma más perfecta para abarcar la vida? ¿No estamos desde siempre buscando la manera de confirmar que esta perfección sea verdadera? ¿Qué sueños venimos soñando todos desde hace siglos? ¿No es acaso el sueño más hermoso que podemos soñar? ¿Y entonces, cómo fue que dejé de creer? ¿Qué pasó? ¿Qué pasó?

lunes, 17 de septiembre de 2007

Beati pauperes spiritu

La gruta con la imagen de la Virgen de Lourdes, ¿te acordás? Estaba llena de muletas viejas, bastones y hasta sillas de ruedas... Iban los enfermos a rezar y bañarse con agua bendita. Una vieja llevó al hijo paralítico durante catorce años, todos los días... De pronto un día, dejó de venir. Se habrá muerto, pobre vieja... Desgraciadamente en la gruta del seminario nunca se curó nadie. La fe es una forma de curanderismo,¿ no? Una manera de tener cerca a la gente. Ahora cada vez vienen menos a la iglesia. ¿A qué se dedican? Ven televisión, usan la computadora, y se creen que saben algo. Ese es el problema, se creen que saben, y no creen. Es una paradoja verdaderamente dramática, ¿no? La fe requiere de una ignorancia ingenua. Cuanto más ignorante somos, cuanto menos sabemos y menos podemos explicarnos, mas necesidad tenemos de creer ciegamente en algo sobrenatural que nos tranquilice. La fe reemplaza nuestra incapacidad para entender. Nos adormece. Nos distrae de la horrible certeza de que nada tiene sentido. Por eso, mi compromiso es con mi sacerdocio y con los votos que prometí cumplir y cumplo. Y con mi Iglesia. Por encima de todo con mi Iglesia. Aceptándola imperfecta y hasta cruel. Pero es mi Iglesia y es la jerarquía que obedezco. Yo no reniego de mi mismo. No tengo falsos pruritos ni pequeños traumas vergonzantes. No me debato entre Dios y el diablo sin definirme por ninguno. Pensalo, viejo. A los tibios... ¿Qué buscás? Aceptálo. Los sacerdotes, la mayoría de las veces, somos tan ignorantes como todos y tenemos que mentir, como nosotros. ¿De chico? De chico se cree en todo, qué vivo. Por eso es importante que sea en la niñez donde comiencen a formarse los nuevos sacerdotes. Cuando nosotros éramos chicos era todo mas claro. No se nos permitían dudas existenciales o cuestionamientos metafísicos. Hoy en día le enseñás el evangelio a un chico y te mira como un marmota mientras piensa en los videojuegos. Y en el mejor de los casos te habla del big-bang sin entender de qué está hablando. Un adulto con fe, en una reunión social, se tiene que callar para que no lo acusen de neurótico. Hace cincuenta años creíamos en Dios porque nos enseñaban con miedo. El terror era una forma pedagógica que daba excelentes resultados para formar futuros hombres de buena fe. Ahora, da asco. No hay quien crea en nosotros. Los evangelistas arrasan, y los ateos van por ahí, sin ninguna culpa. Da asco. Hay que volver al latín. Hay que volver a inventar a Dios. Si no lo inventamos todo el tiempo, se nos muere. ¿Y no te parece un gran pecado, dejarlo morir a Dios?

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Mamahuicha

Cuando era chica y venía a un cementerio siempre sentía algo raro. No me daba miedo. La acompañaba a la Mamahuicha a visitar a su esposo. Yo venía porque quería. Me gustaría estar con ella... La ayudaba a arreglar la tumba, lustrábamos los bronces, limpiábamos la foto, cambiábamos la foto... Después la Mamahuicha se sentaba, prendía un toscano y se lo fumaba despacito. Y yo me entretenía mirándole la cara a la gente, toda seria...Y me daba cuenta que nadie sufría por los muertos. Como la Mamahuicha, que lo único que hacía era fumarse el toscano entrecerrando sus ojitos esquivos, mirando para adentro, viéndose a si misma. Solamente sufrían los que enterraban al muerto ese día, pero yo me daba cuenta de que con el tiempo iban a hacer como todos, se resignarían, se olvidarían y no sufrirían más. Lo que yo sentía de raro era eso. Como cuando me fui. Al principio padecí, lloré, y hasta me parece que sufrí un poco. Con el tiempo, dejé de sufrir. Yo siempre supe lo que me iba a pasar. Como con el pie. Cuando se burlaban o me miraban de reojo a mi no me hacía nada. Yo sabía que era algo que me diferenciaba. Y fue así. Me distinguió. Me empecé a dar cuenta cuando me fui. Los hombres me trataban distinto, se acercaban a mí de otra manera. Hasta en los cementerios. Todos los cementerios son iguales. Nunca están vacíos. ¿Hay algo mas lleno que esto? Todo esta tapado pero no vacío. ¿Cómo se llamaba ese? Giovanni Olivitto. Vivió sesenta y seis años. La cantidad de cosas que Giovanni Olivitto, habrá hecho en sesenta y seis años. Nació en Italia y vino acá de chico. Pobre, sin saber el idioma, en un país extraño. Hasta con que con el tiempo se fue acostumbrando. Como todos. Seguro que trabajó mucho toda su vida. Poniendo adoquines. Un adoquín, dos adoquines, tres adoquines, mil adoquines, cien mil adoquines. En vez de quedarse en su aldea cosechando aceitunas, terminó envejeciendo poniendo un millón de adoquines. Don Giovanni se alimentaba mal y fumaba mucho. Un día le dio un infarto y al otro lo enterraron acá. No. Este lugar está lleno de historias, lo que pasa es que prefieren ocultarlas, ¿no?

martes, 11 de septiembre de 2007

El cuento que no se escribirá

Poné bombachas mías también, que siempre te olvidás. Lo notable es que para denominar el grado mayor del conocimiento al que se arribó, a los científicos no les quedó otra alternativa que apelar a un adjetivo y a una honomatopeya. Y tiene una lógica perfecta eso. ¿Qué hubiésemos podido hacer? Llamarlo: ¿“The first time”, “The original instant”? No. Porque eso sería conceptualizar sobre un saber que en realidad nos plantea un infinito de ignorancias. Y es ridículo conceptualizar lo que se ignora, ¿no? En cambio el simple, breve y bello: “Big bang”, lo dice todo. No es un concepto. Es una evocación. A mi me costó aceptarlo, acostumbrada yo a verme obligada a ser precisa en todo. ¿Te vas a apurar? Y ahí comprendí la diferencia entre precisión y exactitud. El Big Bang no es preciso, pero es exacto. ¡Vamos, Ana! Y además cumple un requisito fundamental: es concebible. Uno puede concebir ese gran estallido, aún sin comprenderlo. Es una certidumbre del absoluto. Pero, ¿si a toda la ciencia se le permitiera el mismo grado de libertad, de qué modo la ciencia se diferenciaría del pensamiento mágico? Dios es un invento mediante el cual creemos que mágicamente las cosas tienen un sentido. En cambio la ciencia le da un sentido a las cosas. Apúrate amor. Ahora bien: entre el Big Bang y el primer esbozo de saber real hay una esfera gigantesca de un no saber que no sólo no nos paraliza sino que nos estimula. Un hueco en la memoria universal. Y entre ese hueco y nosotros, la genética. Vos y yo. ¿Sabías que los primeros microorganismos de los cuales se tienen constancia eran pura y exclusivamente femeninos? Su conformación y su reproducción exclusivamente femeninas. Lo masculino aparece mucho después. Ana, te hago la valija. Eran células. Y de esas células femeninas, venimos. Aún hoy hay plantas de sexo únicamente femenino que se reproducen solas. ¿Qué hacés, estás loca? Mi amor, sin mí estarías perdida. Te prohíbo que lleves cuadernos y lápices. Olvidate un poco de que sos escritora. Te ruego que seas quince días nada más que una mujer. Nos vamos de vacaciones para no hacer nada, para no pensar en nada. No seas obsesiva, querés. ¿Te conté de la entropía?

lunes, 10 de septiembre de 2007

до свидания (Adios)

Amada Galina, ya está Rolando presentando la función, escucho el clarín desafinado y los redobles a destiempo y me decido a escribirte con el corazón abierto, como si fuera yo un chico con fe en su primera confesión. Es evidente para ambos que desde hace ya bastante tiempo yo no soy prioritario para vos. Y a veces las cosas mas evidentes son las más difíciles de reconocer. Uno se niega, quiere luchar contra la idea que ya sabe y al mismo tiempo pretende olvidar. Pero tarde o temprano la evidencia se impone. No podemos luchar contra lo que sentimos. Yo no te juzgo. Vos lo sabés. Y también sabés que es verdad que eso que parece una manera de juzgarte es en el fondo una desesperada necesidad mía de lograr hablar el mismo idioma. Y eso no pasa. Alguna vez los dos creímos que iba a ser posible, pero no lo fue. Yo era joven y confiaba en mí, vos casi una niña que también creías que alguna vez yo iba a ser capaz de inventar un gran número o atreverme a ser empresario y fundar mi propio circo. Gran Circo Internacional de la Luz íbamos a llamarlo, ¿te acordás? Hoy te dije que se me había ocurrido una nueva rutina y apenas empecé a contártela ya me habías interrumpido cambiando de tema. Yo sé que no lo hacés de mala ni para hacerme sufrir, pero no sabés cuánto me duele esa forma tuya acostumbrada, cansada de mí, y por supuesto, también me duele que te agote mi dolor, mi fracaso, mi baja estima. Yo sé que mis conflictos, por reiterativos, acabaron por agotarte. No estoy dramatizando. Simplemente hablo con objetividad de mí y de vos. Lo que pasó hoy es un ejemplo al pasar, si querés menor, pero significativo. Yo sé, y vos también, que hoy para vos fue más importante y trascendente hablar con Fabricio que conmigo. No te acuso de cruel, pero vos sabés que yo no entiendo el italiano. Nuestro problema es que no sólo hablamos distintos idiomas, también tenemos distintos sentimientos el uno hacia el otro. Galina mía, debemos enfrentar que vos ya te cansaste de muchas cosas mías, de aspectos míos que pasan a serte desde molestos a indiferentes. Y que si no te animás a hablarlo conmigo es porque no querés dañarme ni empezar discusiones que nunca llevan a entendernos. Pero, ¿vas a lograr vivir mucho tiempo escondiendo eso? De hecho no podés esconderlo. Se nota. Soy objetivo. No sólo hablo de tu mirada hacia mí como payaso; fundamentalmente veo tu mirada hacia mí como tu hombre. Yo veo en tu mirada que ya no lo soy. Y te juro que eso desencaja. Porque no hay culpa ninguna tuya. Lo terrible es que esa mirada tuya -que desearía yo enamorada mucho más que cualquier aplauso- ve ahora a un hombre viejo, que nunca fue brillante, ni le quedan gestos ni ademanes para sorprenderte, y del cual no podés esperar mucho, del cual nada mágico esperás. Es mi culpa. Tengo que aceptar que ya estoy gastado, que ya no sirvo más, que fracasé, que nunca me atreví a subir al trapecio ni me resolví a ser un domador. Yo sé que Helmut es fascinante cuando mira fijo al león, le dice ¡ruhe! y el león le obedece. Yo sé que es maravilloso verlos volar a Pepino y a Laura de una cuerda a otra en saltos mortales que yo jamás me atrevería dar. Porque si al menos me atreviera, y subiera, como ellos, sin red, y cayera y muriera al fin en medio de una función inolvidable, yo me haría para vos inolvidable. Pero no, ni siquiera me atrevo a subirme a la mitad de la escalera cuando Antonio disfrazado de oso me persigue. Hace un rato vi que mirabas la foto que está pegada en la heladerita de cuando nos conocimos, en la gira por el Noroeste, en Purmamarca, al pie del cerro de los siete colores, vos y yo sonriendo frente a la carpa, creyendo, nuevos, que todo sería posible. Yo todavía era fuerte y a tu lado pensé que habría revancha, que tendría sentido alguna vez este padecimiento de querer hacer reír recibiendo siempre yo las cachetadas de Paulino. Y eso me sostenía ilusionado y feliz, y podía al menos ocultar tanta desdicha ante las silbatinas feroces de la gente. Yo quise ser un artista y me quedé únicamente con mi pobre maquillaje y mi traje ajado y descolorido; sin rebeldía, sin coraje, sin locura, sin ego, sin talento, sin fuerzas. Hoy soy un cuerpo que se arrastra a duras penas, un corazón que siente un miedo tan intenso como cuando niño, y una mueca de tristeza en mi cara que ninguna máscara ya puede disfrazar. Si alguna vez fui capaz de sacarle al menos una sonrisa al público, hoy ni siquiera puedo eso. No hacer reír a nadie no es mi mayor condena; no hacerte reír a vos es mi sentencia. Y a pesar de todo intento creerme muchas veces inmensamente feliz, como en un espejismo que me fabrico, hasta que comprendo que tu manera de amarme cambió, tu manera de mirarme, de sentirme cambió, y hoy es una manera que ya no tiene la necesidad de la entrega mutua y mucho menos, absoluta. Te pido perdón por todo lo que te merecés y no te di. Te pido perdón por no ser capaz de brindarte todo eso que bulle adentro tuyo y que le exigís a la vida, por todos los kilómetros que soportaste a mi lado en el carromato, por no haber logrado nunca que nos contrataran en circos europeos, por todo lo que no te sorprendí, por todo lo que no te di, por todo lo que no fui capaz de lograr para que me admirarás. Nunca estás más hermosa y viva que cuando admirás a alguien. Y eso no te ocurre conmigo desde hace años. Hubo un tiempo en que tuve sí ese privilegio, y eso prueba que no sos culpable de nada, porque cuando sentías que te tenías que entregar totalmente a mí lo hiciste. Y ahora, simplemente no podés hacerlo porque ya no lo sentís. Me queda todavía cierta inteligencia como para decirte que sigas siendo como sos. Conservá tu locura, tu caos, seguí siendo esa contorsionista con un cuerpo que parece no tener principio ni final, porque solamente una persona muy libre puede ser como vos. No pierdas ni tu libertad ni nada de todo eso que en mí es miedo. Seguramente te envidio. Una última dignidad me hace pensar que no, pero empiezo a dudar. Perdonáme también esta agonía diaria que debo ser a veces, en la cual te debatís entre el deseo de que mi corazón reviente en medio de una función y el deseo de que alguna vez pueda por fin yo perder el pánico escénico. Perdón por generarte esas contradicciones tan feas que te hago vivir. Perdón por anhelar lo que no fui digno de ser. Sabé que te amé siempre y cada día a la distancia te amaré mas, y que en cada carcajada que no reímos, hubo en mí la tristeza de saberlo. Te dejo, amada, me voy donde ni yo lo sé, te libro de mí. Ojalá mi ausencia te resuelva a volver a Rusia y allí valoren todo lo que valés. Quizá alguna vez alguien pueda traducirte esta carta, pero será mejor que no, será mejor que ignores para siempre lo que aquí te escribo, que ignores este modo cobarde de huir, para imaginarme un canalla que se atrevió a dejarte porque se enamoró de una ecuyere y fue tras ella.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Te perdí.

¿Te perdí? ¿De verdad te perdí? Te perdí pero no entiendo cuál es tu juego. ¿Cuál es tu juego conmigo? Porque después, cuando recuerdes esto te vas a cagar de risa, yo lo sé. La última vez que hicimos el amor fue lindo, fue lindo hacerlo. No fue lindo no vernos durante tanto tiempo. A mi me parece que vos todo lo planificás. Vos me vas a decir que hay algo más importante que un momento amoroso, que lo que importa es mí persona, toda yo, que toda zafe definitivamente y que después de eso pueda decir, bueno, el laburo, el amor, mi hija, mi identidad como mujer, mi vocación, y la verdad es que me estás haciendo la gran Beto. Lo que hizo mi papá conmigo. Me descartan porque estoy enferma y molesto. Me descartás, jugás conmigo, me descartás, te lo juro por mi hermana. No entiendo tu juego, entiendo que, que me estás demostrando quien sos, ahora más que nunca sé quien sos, entiendo que me estás mostrando todo, que algo te debo interesar para que estés acá, no creo que, que.., o, bah, capaz te divierte mucho. Está bien, hacé lo que quieras, hacé lo que quieras. Si hay algo de lo que me cansé es de pedir. Hacé lo que quieras. Hacé lo que quieras. Simplemente al decirme que no querés hacer el amor conmigo me hacés sentir mal, porque, no entiendo, no entiendo cómo sacarme de la cabeza que no lo estás haciendo porque realmente lo que querés es que pase eso, que yo diga bueno, no querés involucrarte conmigo, entendés, no querés tener nada conmigo, no querés, no querés que yo vaya al cine con vos, no querés que yo me enamore, no querés que yo me..., no querés hacer conmigo lo que vos tenés con tu vida, creo que viene por ahí la mano, creo que viene por ahí. No es un invento. Yo no puedo tragarme semejante incoherencia. A mi me hace mal que me estés dejando. O sea que no tenemos nada. Porque si tenemos un inmenso amor el uno por el otro por qué no podés hacer el amor conmigo. Por qué no podés ser lúcido haciendo todo igual pero también haciendo el amor conmigo, ¿por qué no? Haciendo todo igual. ¿Por qué descartás eso? ¿Por qué descartás eso? Y si yo me voy ahora siento la misma soledad, ¿ o no? Es lo mismo. Y yo sé que no somos pareja. Yo te amo, vos no me crees. Vos me amás. ¿Cúal es el problema? ¿Tan bagayo soy? No lo entiendo. Yo necesito estar con vos, hoy. Si yo no estoy con vos hoy, me voy a dormir sola a mi casa, ¿entendés? ¿No te das cuenta? ¿Decime qué pasa? No te entiendo. Es la primera vez que no te entiendo, ¿por qué te cuesta tanto hacer el amor conmigo? Porque no tenés ganas. No. No tenés ganas. De mí. Vos crees que sabés quien soy, pero no sabés quién voy a terminar siendo. Y esa es tu ceguera. Puede pasar que yo aparezca muerta en la casa de un boludo o que me ubique en la vida. ¿Tan loca soy? Hace un mes tuve una crisis. Vino el Same. Con dos pastillas solamente tuve una crisis. ¿En qué cambiaría mi vida si yo hago el amor con vos? ¿En que cambiaría? Vos no me amás. Yo estoy segura de que no me amás. Me tenés bronca, o te burlás o te estás vengando. Date cuenta de cómo empezamos y de cómo terminamos. ¿Soy nada? ¿Yo soy nada? ¿Conmigo no ganás nada? ¿Nada valgo, nada te doy? Si algún día yo soy la gran mina que vos querés que sea, toda sanita, vos a lo sumo te sentirías halagado por haberme cambiado, pero amor por mí ni sentís ni vas a sentir. Qué boluda, que pelotuda, que estúpida, que al pedo, corrí al pedo como una estúpida, todo lo hice por vos. Hoy estaba deprimida y corrí a la peluquería porque pensé que no podía venir a verte así, lo hice por vos, estaba deprimida y sin embargo fui a la peluquería, no tenía ganas, pero fui porque no podía venir así desgreñada. Dije hoy me tiene que ver teñida, no puedo ser tan hija de puta de venir con un arbolito en la cabeza toda así desparramada, vos nunca podrías ser una cosa más, vos ya sos para mí, para vos será una boludez pero para mí, lo hice porque lo hice por vos. Detesto la peluquería. Qué malo que sos, no podés ser tan malo, sos muy malo. Te vengás. Todo esto es a propósito, todo esto es a propósito para que yo no me acerque más a tu vida. Vos me conocés y sabés que así es lo peor que me podés hacer, que yo me enrollo cuando se alejan. Lo hacés a propósito. Me siento rechazada, ¿sabías? Sabías que era lo peor. No te voy a llamar. ¿Qué te pensás que soy, una regalada? Una no sé... A mi una persona que me dice todo lo que me dijiste, no sé, ya está, o sea, me estás cargando, no te molesto más, no te molesto más, ya está. ¿A vos no te parece más sensato que en vez de estar diciéndome todas estás pelotudeces decirme la verdad, la verdad, que no te quiero más en mi vida, no te parece más sano? No sé qué hacés acá. Sos un perverso. Un psicópata. Está bien. Yo no quiero ser una molestia en tu vida, sabés. Yo no te odio. Yo no te odio. Nunca en tu vida te voy a poder odiar. La frase tuya es mía. Vos estás enfermo. Vos te podés ir pero vos te vas a quedar conmigo igual, vos te podés ir físicamente pero a mí no me saca nadie a vos de adentro. No te quiero ver más, para qué, para que me hagas sufrir, para que me hagas sentir una enferma y me rechaces. ¿Para eso? ¿Para ser mi psiquiatra? Me voy a quemar el pelo. ¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué me dejás sola? ¿Por qué me decís de irme a mi casa? ¿Por qué me tengo que ir a mi casa si yo no me quiero ir a mi casa ahora? Decime que te tenés que encontrar con alguien. Decime la verdad. Tenés que ir a ver a otra mujer, ¿no? Decime la verdad por el amor de Cristo. ¿Me estás cargando? Mirá cómo estoy. ¿Así querés que empiece a hacerme responsable de mí? No puedo abrir lo ojos. Yo hoy me doy cuenta de que fue absurdo que alguna vez pensara que vos me estabas tratando como una mujer. Yo hoy me doy cuenta de que siempre me estuviste tratando como una loca. Y me río de haber pensado así.