martes, 9 de octubre de 2007

En blanco

La hija menor de la familia Campoy nació ciega y tonta. Fue el 9 de octubre en que yo cumplí cinco años y lo recuerdo porque en esa época el nacimiento de alguien en mi barrio era un acontecimiento específico: todos recibíamos a los recién nacidos para incorporar inmediatamente su futura historia a nuestras vidas. Con ella no pasó lo mismo. Mi abuela, calabresa, abuela además de cuanto niño hubiera, sentenció: -Es mal augurio que una ciega y tonta nazca el mismo día que mi nieto. La señora Shiller preguntó si el mal augurio era para la niña o para mí. -Para los dos. Mi abuela nunca dudaba y siempre toleraba sólo la aprobación de quienes la rodeaban. Esa tarde en la puerta de la maternidad resolvió que ninguno de nosotros, los niños, jugaríamos con la recién nacida. La mamá de la niña era bella y pequeña. Uno la veía venir a la distancia y reconocía su paso llevado con serenidad. Hablaba en tono bajo, pero se le entendía perfectamente, y nunca olvidaba hacernos preguntas que nos reconfortaban de acuerdo a las virtudes que más sobresalían en cada uno de nosotros. A mí, que hacía todo sin destacarme en nada, siempre me preguntaba, después de mirarme y sonreír durante un extraño silencio: -¿Y vos, todavía no te decidiste a pintar cuadros? Yo confesaba que no sabía ser pintor, pudoroso, y sin entender por qué me hacía esa pregunta si ni siquiera calcaba bien y me aburría en las clases de dibujo. Ella me sonreía un tiempo más, luego nos daba a cada uno un caramelo, saludaba con un gesto, comenzaba a alejarse y a medida que se alejaba parecía más grande, como si el centro lejano y breve de la perspectiva lograse ser más importante que el resto del cuadro. Desde que nació la niña ciega y tonta nunca más vimos a la mamá. Tampoco nunca conocimos a la niña. Algunos decían que tenía los ojos en blanco y no podía aprender a caminar y que vivía abrazada a su madre en una sala oscura de la casa. Pero nada de eso se sabe si fue cierto. Hoy la niña, si vive, cumple años, como yo. Y si murió, los cumpliría, mientras los cumplo yo. Nunca vi a la niña ciega y tonta y ni siquiera me queda una excusa para no haberla pintado.

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