lunes, 17 de septiembre de 2007

Beati pauperes spiritu

La gruta con la imagen de la Virgen de Lourdes, ¿te acordás? Estaba llena de muletas viejas, bastones y hasta sillas de ruedas... Iban los enfermos a rezar y bañarse con agua bendita. Una vieja llevó al hijo paralítico durante catorce años, todos los días... De pronto un día, dejó de venir. Se habrá muerto, pobre vieja... Desgraciadamente en la gruta del seminario nunca se curó nadie. La fe es una forma de curanderismo,¿ no? Una manera de tener cerca a la gente. Ahora cada vez vienen menos a la iglesia. ¿A qué se dedican? Ven televisión, usan la computadora, y se creen que saben algo. Ese es el problema, se creen que saben, y no creen. Es una paradoja verdaderamente dramática, ¿no? La fe requiere de una ignorancia ingenua. Cuanto más ignorante somos, cuanto menos sabemos y menos podemos explicarnos, mas necesidad tenemos de creer ciegamente en algo sobrenatural que nos tranquilice. La fe reemplaza nuestra incapacidad para entender. Nos adormece. Nos distrae de la horrible certeza de que nada tiene sentido. Por eso, mi compromiso es con mi sacerdocio y con los votos que prometí cumplir y cumplo. Y con mi Iglesia. Por encima de todo con mi Iglesia. Aceptándola imperfecta y hasta cruel. Pero es mi Iglesia y es la jerarquía que obedezco. Yo no reniego de mi mismo. No tengo falsos pruritos ni pequeños traumas vergonzantes. No me debato entre Dios y el diablo sin definirme por ninguno. Pensalo, viejo. A los tibios... ¿Qué buscás? Aceptálo. Los sacerdotes, la mayoría de las veces, somos tan ignorantes como todos y tenemos que mentir, como nosotros. ¿De chico? De chico se cree en todo, qué vivo. Por eso es importante que sea en la niñez donde comiencen a formarse los nuevos sacerdotes. Cuando nosotros éramos chicos era todo mas claro. No se nos permitían dudas existenciales o cuestionamientos metafísicos. Hoy en día le enseñás el evangelio a un chico y te mira como un marmota mientras piensa en los videojuegos. Y en el mejor de los casos te habla del big-bang sin entender de qué está hablando. Un adulto con fe, en una reunión social, se tiene que callar para que no lo acusen de neurótico. Hace cincuenta años creíamos en Dios porque nos enseñaban con miedo. El terror era una forma pedagógica que daba excelentes resultados para formar futuros hombres de buena fe. Ahora, da asco. No hay quien crea en nosotros. Los evangelistas arrasan, y los ateos van por ahí, sin ninguna culpa. Da asco. Hay que volver al latín. Hay que volver a inventar a Dios. Si no lo inventamos todo el tiempo, se nos muere. ¿Y no te parece un gran pecado, dejarlo morir a Dios?