lunes, 2 de julio de 2007
La captura del instante - XV-
En un bar viejo y silencioso su voz se escucha
sin embargo apenas. El hombre habla, dice,
gesticula. Cuenta que él ha permitido que se
transformara su alma en un espacio psíquico.
Así, de ese modo brutal, no le dejó al amor y
al dolor otro sentido que el de ser minuciosa,
superficialmente examinados, como si se tratara
de un virus visto a través de un microscopio sin
precisión. Con el resto de sus sentimientos le sucede
lo mismo, sigue diciendo y toma más ginebra. Desde
la primera, lejana, evidencia de su amor y su dolor,
a partir de ese bienestar y malestar porque sí, a partir
de esa constancia en la historia de su vida, de donde
surgieron los indicios más claros de su íntima, natural
oscuridad, y la inverificable razón de su existencia,
él se ha dejado ser perdido, confuso, sin otra magia
que una lógica tan rigurosa como inefable. Sufre la
ausencia de sufrir, dice, y termina de beber.
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sufre la ausencia de sufrir, dice, y termina de beber para ausentarse de la lógica del simulacro, o mejor dicho, para ausentarse de la lógica, del simulacro.
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