martes, 16 de octubre de 2007

Un día.

Ya sé que mezclo, que venga alguien y me diga cómo hacer, oriéntenme, ordénenme la cabeza y las entrañas, soy un tipo, pertenezco al granero del mundo, con libertad de mercado asegurada, que de tanta causa asco, y tan libremente grosera y tan libremente promiscua que dan ganas, claro que uno no se anima, de mandar a la mismísima libertad a la concha de su hermana. ¿La libertad, la justicia y la belleza serán hermanas? Es genial cómo se las arreglan los diarios y la tele y la radio y los rumores para que sepamos todo lo que quieren que sepamos sin enterarnos de ninguna verdad y que las cosas sigan de mal en peor o de bien en mejor, según el lado del precipicio que nos toque, unos de un lado, los demás del otro, los mismos dos o tres de siempre en la cumbre majestuosa y el resto agarrándose de una ramita o cayendo mientras los filman. Válgame Dios, cómo no mezclar, cómo intentar un único poema riguroso y rítmico, destinado al clasicismo, con un orden bello en sus movimientos, con ideas claras, con los más elevados sentimientos y un lenguaje que ilumine. Conocí a un tipo que tiene mal de Chagas pero es blanco. Al otro que conozco lo conocí hace mucho y era un negro colectivero, no daba más, manejar lo estropeaba peor, cada boleto que cortaba era un latido menos; en cambio este otro escribe guiones o publicidades, no sé, y cómo vive en Buenos aires y tiene plata no sufre tanto del cuerpo, aunque, quién le quita del bocho al tipo la guachada de una transfusión mal hecha en un sanatorio de primera. Es fabuloso el plan, es realmente ingenioso el modo en que los mundos se acercaron, una especie de subversión del socialismo, meta palo y a la bolsa. Un día de estos alguien se tiene que atrever, ¿no te parece?

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