martes, 16 de octubre de 2007
Tango
Pero resulta que a veces nos ataca el mal de Moebius y no lo
sabíamos: es imposible reírse, carcajear, siquiera sonreír,
esbozar o asomar el deseo de la risa, su ilusión aunque más
no sea. Es una cuestión de musculitos, músculos chicos, caras
de culos chicos asesinados por policías que se ríen en las pizzerías,
escuelas donde las casas de los alumnos están detrás del horizonte
como una siniestra definición de la utopía, algo que no llegará
aunque se camine y se camine. Hijos de puta los que disponen,
se quieren robar hasta las palabras porque con los millones que
no usan para remedios ni comida no les alcanza para sentirse
totalmente seguros; el miedo no es zonzo y tienen miedo y hacen
bien: ¿alguna vez el horizonte no será un límite infinito, será la
evidencia que ocultaron, y la utopía un hecho, una idea convertida
en acontecimiento, la sublime rutina? Los millones de amigos que
no tienen trabajo se enteran de reojo por los diarios en qué
porcentaje de la torta los metieron. Frente a cualquier casa otra
familia instala bolsas y cartones para imaginar la suya: la madre
dispone dos ambientes separados por una chapa para preservar
su intimidad ante sus niños, mientras los moja la lluvia y yo vuelvo
a preguntarme cómo voy a hacer para utilizar alguna vez la palabra
lluvia en un poema de amor. Ser un poeta es ser un imbécil o qué
me creo: pretender un poema dedicado a todo lo que somos, hasta
al amor que no nombro y que nos pasó y nos pasa, si quiero lo cito
a Passolini, qué culto me puse, nada más fuera de moda que un
Marxista para ser moderno. Ay, ay, ay, las palabras son tan serias
que darían risas si pudieran. De tan solemnes los poemas se vuelven
deliciosos y esnobs. Cosa mía si escribo como un slogan publicitario,
el mensaje sostiene el contenido, la magia del encantamiento. Me
atribuyo cualidades que deberían avergonzarme. Magos, pero magos,
magos, fueron unos que con un pase de varita ni soñado, pesadilla
inconcebible, concibieron el efecto sorpresivo y sorprendente de hacer
desaparecer lo que se les antojara, empezando por personas, y
después, qué importa del después, toda justicia no está más. Otra
vez: ¿cuándo se llega al final, cómo se empieza?
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