miércoles, 26 de septiembre de 2007

Lourdes

Yo vivo acá en el colegio, es inmenso. Es un seminario y cuando seamos grandes vamos a salir sacerdotes. Alguna vez voy a ir a Roma, al Vaticano, y lo voy a conocer al Santo Padre. Tengo que ser bueno y ser obediente. Yo sé que por más que me esmere igual peco porque el santo más santo peca siete veces por día. Hoy me levanté muy resfriado pero no me importó porque desde ayer estaba contento por la tarea que nos toca hacer. Acá en el colegio hay huertas, y canchas de fútbol y patios, y una gruta a la que es muy difícil llegar porque hay un único camino que para colmo en los días de lluvia se embarra y se hace intransitable. Ayer el hermano Nicasio, que es muy gordo y siempre anda con una campana de metal entre las manos, nos dijo que tenemos que abrir otro camino hacia la gruta. El hermano Nicasio me asusta un poco, sobre todo de noche cuando escucho el crujido de sus pasos por los corredores. Siempre, en invierno o en verano, usa sandalias franciscanas que se llaman así porque las usaba San Francisco de Asís. El hermano Nicasio dice que está mal que haya un solo camino, que como bordea el montecito y tiene suelo de roca no absorbe el agua, entonces cuando llueve un poco más de la cuenta se inunda y no se puede pasar hasta por lo menos tres días después, cuando el sol seca todo, y como acá en invierno llueve mucho, es necesario hacer otro camino hacia la gruta, sino no se la puede visitar la mayor parte del tiempo y eso no es bueno para la fe, que en gran medida, dice, se nutre de las oraciones a la Virgen y a Santa Bernardita. Siempre pienso que el día en que a Santa Bernardita se le apareció la Virgen en la gruta de Lourdes debíó ser un día hermoso. El Hermano Nicasio dice que la gruta de Lourdes, la original, la de Francia, es igual a la de nuestro colegio pero un poco más grande. No sé cómo es Lourdes. Yo le voy a pedir al hermano Luis, que es más dulce que el hermano Nicasio y no pega con la campana en nuestras cabezas, que me enseñe un libro de la biblioteca donde haya fotos. El hermano Luis, que estuvo, cuenta que Lourdes es un lugar con mucho campo partido por montes de piedra, con árboles que se desparraman como pájaros sueltos hasta agruparse en bandadas, o sea bosques cada tanto, donde la sombra es tanta que siendo de día parece de noche. La gruta de Lourdes debe estar como la nuestra, metida en medio de un ramillete de árboles al que es difícil entrar, me imagino. El Hermano Luis dijo que no hay que talar más árboles que los necesarios para hacer el camino nuevo pero el Hermano Nicasio le contestó que aunque a él también le diera pena es inevitable, es preferible sacrificar algunos árboles que no poder acceder a la gruta y tener que sacrificar la fe. Forte, un compañero que quiero mucho y no sé por qué no nos dejan dormir en la misma pieza, dijo que hay sierras eléctricas, pero el Hermano Nicasio le contestó que no, que tenemos que hachar nosotros los árboles, que es un buen ejercicio que nos va a hacer valorar más a la Virgen cada vez que recorramos ese camino para llegar a ella, porque habrá sido el fruto de nuestro esfuerzo. A mi me encantó la idea de tener un hacha en la mano y hachar como si fuéramos don Julio, el señor que hacha la leña para combatir el frío, que no sé por qué no le decimos leñador. El Hermano Nicasio dice que no tenemos que tomarnos como un juego el hecho de hacer un nuevo camino hacia la gruta, que al contrario, tenemos que hacer el camino nuevo hacia la gruta con sentido de sacrificio porque de esa manera Dios lo va a apreciar. Empezamos a trabajar y después de no parar en todo el día, cuando terminamos al anochecer, el camino nuevo está hecho. Es ancho y no se va a inundar más y estamos todos felices porque el acceso a la Virgen está garantizado. Yo, hachando, transpiré mucho aunque hacía mucho frío, y soporté sin quejarme el dolor en los brazos y las llagas en las manos que me salieron. Estoy orgulloso, pero no mucho porque no quiero caer en el pecado de vanidad. El Hermano Nicasio, tenía razón cuando dijo que hachar lastima y que hay que aprovechar para ofrecerle nuestras lastimaduras al Señor y a la Virgen, su madre.

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