jueves, 10 de mayo de 2007
La captura del instante- I-
Está por caer la noche, nadie pasa, la puerta está aún abierta.
Y sigue sin conocer la tumba de su padre. Más notable aún:
el cementerio queda a minutos de su casa; en realidad ignora
si es tumba o nicho, ignora también su ubicación. La entusiasma
pensar que no podrá evitar una actitud de búsqueda. “Buscando
al padre muerto” podría llamarse la obra que ella quisiera
escribir pero nunca escribirá. Lo cierto es que no preguntará
en los registros del cementerio. Buscará al azar, lo encuentre
o no. Pero sabe que va a encontrarlo, y que seguramente
leerá su nombre, y su apellido, y los años de su nacimiento
y de su muerte. Es extraño, piensa: el año del nacimiento de su
padre, 1932, siempre fue, para ella, un antes y un después, una
referencia en los acontecimientos del siglo, un punto de partida
para ubicarse mentalmente en tal o cual suceso. Es una cifra que
quiere, que respeta, que tiene una poética de la cual no pretende
desliarse. En cambio, la fecha de su muerte, 1991, se le hace difusa.
Paradójico comportamiento el suyo, piensa, ya que de costumbre
tiende a darle a la muerte mucha más significación que al
nacimiento. Para ella antes del nacimiento nada hay, y en
eso es terminante. En cambio después de la muerte aún le
queda la esperanza de que algo haya. Y sin embargo son las
fechas de origen y no las de final las que se fijan en su memoria,
como contradiciendo su constante manera de juzgar los tiempos.
¿Cómo puede ser eso posible?, piensa, mientras camina sin
entrar al cementerio.
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Querido amigo
ResponderEliminarEs naturalmente hermoso el sitio.
Un verdadero oasis de riqueza linguistica. Como vos mismo lo dices... en un momento donde está tan bastardeado el idioma... la palabra... y todo parece precipitarse hacia un abismo de temerosa síntesis... y no es que me asuste la síntesis, temo llegar un día a entender mucho menos de lo que hoy puedo hacerlo.
Te felicito y allí estaremos cada tanto degustando poesía... magia Ferrariana lanzada hacia la trascendencia inevitable de sus obras más allá de su propia humanidad... el feliz y libre anonimato de la idea en estado puro de un dia... no sé bien cuando.
Un abrazo hermano... y gracias por tu literatura.
Daniel Daher