jueves, 20 de septiembre de 2007

No te duermas

¿Por qué rezás antes dormirte? En treinta años de matrimonio nunca te lo pregunté. Quiero decir, ¿cada noche rezás con fe, o es una costumbre? ¿Es una especie de cábala? ¿Es miedo? ¿De verdad creés que Dios escucha tu rezo? Yo creí con una seguridad absoluta sobre lo que creía. Creía en Dios con una certeza totalmente despojada de angustia. No era el miedo, ni la obligación, ni la costumbre. Eso vino después... De chica todavía podía ser pura. Era un instante original. Era el origen de mi vida que se me presentaba diáfano, sin otro condicionamiento que mi propio deseo de creer. ¿Te acordás de los vitreaux que había en la iglesia grande? Yo asistía cotidianamente al milagro. Cuando todos volvían de comulgar, yo, con mis propios ojos, era testigo del milagro. Los veía iluminarse suavemente de un color rosado, y veía cómo los rostros de los que recién habían sido congraciados con el cuerpo de Cristo se tornaban plácidos, iluminados por la bendición Divina. Era la prueba más rigurosa de que Dios se instalaba en nosotros después del acto supremo de la comunión. Era la maravillosa reiteración de su sacrificio. Un sacrificio que también yo compartiría cuando fuera monja. Y yo me sentía poderosa por poseer el don de asistir y ser parte del milagro. Hasta tal punto estaba segura de lo que veía que no tuve necesidad de compartirlo con nadie porque era casi una blasfemia comentarle a alguien una evidencia que seguramente todos sentirían, y que como yo, con serenidad, callaban. Los seres humanos éramos luminados por una luz sagrada, como si Dios durante un instante nos acariciase, para dejarnos luego, otra vez, solos en la tierra, pero ahora, más fuertes y seguros. Tenía quince años cuando me di cuenta de que no había milagro alguno y que la luz que yo veía era simplemente el sol que entraba por los vitreaux y que caía sobre el pasillo central, donde pasábamos después de comulgar. No era una fantasía de niña. Era mi voluntad por confirmar lo mejor que nos podía pasar. Ser protegidos e iluminados por Dios. ¿O puede imaginarse otro destino más extraordinario para los seres humanos? ¿Se te ocurre otra forma más perfecta para abarcar la vida? ¿No estamos desde siempre buscando la manera de confirmar que esta perfección sea verdadera? ¿Qué sueños venimos soñando todos desde hace siglos? ¿No es acaso el sueño más hermoso que podemos soñar? ¿Y entonces, cómo fue que dejé de creer? ¿Qué pasó? ¿Qué pasó?

1 comentario:

  1. Quizás no importa lo que soñamos porque nosotros mismos sólo seamos un sueño de Dios... aunque si, como dicen, Dios está dentro nuestro quizás le moleste soñarnos descubriéndolo y hable sólo para despertarnos, detenernos. Vaya a saber cómo fue que dejaste de creer. ¿No oíste la voz de Dios o Dios no quizo detenerte? ¿Qué pasó? Lo que pasa es que todavía no pasó, pero ya va a pasar, todo pasa, pero es mientras pasa cuando duele, mientras tanto... Yo, mientras tanto, elijo ser esa, la ladrona de palabras, victoriosa, porque se que todo sucederá pero no ignororo que la parte que me toque será más de lo que pueda soportar. Y entonces rezo.

    ResponderEliminar