martes, 11 de septiembre de 2007

El cuento que no se escribirá

Poné bombachas mías también, que siempre te olvidás. Lo notable es que para denominar el grado mayor del conocimiento al que se arribó, a los científicos no les quedó otra alternativa que apelar a un adjetivo y a una honomatopeya. Y tiene una lógica perfecta eso. ¿Qué hubiésemos podido hacer? Llamarlo: ¿“The first time”, “The original instant”? No. Porque eso sería conceptualizar sobre un saber que en realidad nos plantea un infinito de ignorancias. Y es ridículo conceptualizar lo que se ignora, ¿no? En cambio el simple, breve y bello: “Big bang”, lo dice todo. No es un concepto. Es una evocación. A mi me costó aceptarlo, acostumbrada yo a verme obligada a ser precisa en todo. ¿Te vas a apurar? Y ahí comprendí la diferencia entre precisión y exactitud. El Big Bang no es preciso, pero es exacto. ¡Vamos, Ana! Y además cumple un requisito fundamental: es concebible. Uno puede concebir ese gran estallido, aún sin comprenderlo. Es una certidumbre del absoluto. Pero, ¿si a toda la ciencia se le permitiera el mismo grado de libertad, de qué modo la ciencia se diferenciaría del pensamiento mágico? Dios es un invento mediante el cual creemos que mágicamente las cosas tienen un sentido. En cambio la ciencia le da un sentido a las cosas. Apúrate amor. Ahora bien: entre el Big Bang y el primer esbozo de saber real hay una esfera gigantesca de un no saber que no sólo no nos paraliza sino que nos estimula. Un hueco en la memoria universal. Y entre ese hueco y nosotros, la genética. Vos y yo. ¿Sabías que los primeros microorganismos de los cuales se tienen constancia eran pura y exclusivamente femeninos? Su conformación y su reproducción exclusivamente femeninas. Lo masculino aparece mucho después. Ana, te hago la valija. Eran células. Y de esas células femeninas, venimos. Aún hoy hay plantas de sexo únicamente femenino que se reproducen solas. ¿Qué hacés, estás loca? Mi amor, sin mí estarías perdida. Te prohíbo que lleves cuadernos y lápices. Olvidate un poco de que sos escritora. Te ruego que seas quince días nada más que una mujer. Nos vamos de vacaciones para no hacer nada, para no pensar en nada. No seas obsesiva, querés. ¿Te conté de la entropía?

2 comentarios:

  1. No sé, pero creo que la ciencia y el pensamiento mágico podrían fusionarse en un futuro. La ciencia dejaría de existir y sería todo uno o una. La Fuerza, la inteligencia suprema, la naturaleza, el amor, el universo-
    Einstein decía que cuanto más estudiaba la electricidad, más se acercaba al espíritu.
    Un abrazo!

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  2. Bellas palabras ¿Entropía es un sustantivo? Quizás para ordenar el caos sólo falte encontrar el verbo, siempre el verbo. Elegimos un adjetivo y una onomatopeya porque pareciera que sólo así, atravesados por el desconocimiento, podemos definir lo relativo a la luz y al sonido creadores, porque sólo un adjetivo: Big, pareciera describir tamaño sonido: ¡Bang!. Porque pareciera que la luz define el tamaño y el sonido el estallido. Quizás el único miedo -y el único medio- sea atravesar el desnococimiento, quedar en la más absoluta oscuridad, perder la luz o no poder dimensionarla en la esplendorosa entropía, y en ese agujero -no le digo negro porque ¿sin luz habría colores?- sólo escuchar el estallido final: ¡Crash Bang!... ya sin tamaños ni dimensiones conocidas, sólo música, expresiones de sonidos múltiples -como los cartelitos de la serie que transcurría en Ciudad Gótica-. Quizás la poeta nunca escribirá el cuento porque ya escribió un verso certero: "Y la pregunta es sólo una: ¿Cual será el borde si tenemos alas?" Gracias

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