viernes, 17 de agosto de 2007

La captura del instante XVIII

De niña fue feliz entre muñecas de porcelana, valsesitos criollos, la ropa con puntillas y domingos en el atrio de la parroquia, después de misa, soltada de la mano de sus padres para jugar al cieloveo. No era evidente otro destino que la felicidad. Creció feliz de un modo tan intenso que a fuerza de ese rigor nunca le fue concebible la desdicha. Vivió feliz, y protegida, el devenir fue cada día grato, un acatado silencio ante el misterio. Envejeció feliz, con nietos a su falda, el campo como un viaje interminable, la atención de los otros, la cordial reverencia, la estima de los sacerdotes y el recuerdo gentil de su marido muerto. Y sin embargo fue capáz de dejarse llevar, y presa de un efecto inverificable para los demás, en la agonía se atrevió a perder la fe. Hoy no dijo últimas palabras, sólo sus ojos abiertos y aterrados.

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